Hoy, 21 de Junio del año 2009, un día después de pasar la frontera de mis 49 años, inicio la publicación de un nuevo blog.
La mujer del camino, eso soy, una mujer que se desplaza por los diferentes senderos que la vida le ofrece, que trata de tomarse de unas manos, de mirarse en el brillo de unos ojos, que camina y deja el aroma de las margaritas aquellas que prestan sus pétalos en una respuesta a un te quiero, y los susurros de olas que arrullan mientras el sol acaricia cada letra aquí tejida. Quiero volver a tener esperanza y motivos para seguir, bríndamelos con tus comentarios, con tu mirada y con la pluma que delinee tus palabras, sentires y anécdotas que se nos pegan a la piel.
Escrito en un día, de un mes del año 2005…
En mi caminar por las calles de Ciudad Norte de Bucaramanga encontré personas maravillosas. Niños que me han sorprendido con sus grandes conocimientos, jóvenes que luchan por superarse, adultos inquietos que buscan llenar los espacios vacíos de su vida con nuevas oportunidades para ellos y para los que conviven a su alrededor, padres de familia interesados en apoyar ese cambio de vida en los que muchos estamos enfrascados.
Llegué a Ciudad Norte con paso lento. Mis hijos estaban entre los 8 y los 16 años, temerosa los miraba y temblaba de pensar en el futuro que ellos podrían tener levantándose en un ambiente lleno de violencia, droga, vandalismo y pandillas. Pensaba así puesto que sólo conocía el Norte por medio de las noticias rojas de los medios de comunicación, imaginaba que en Ciudad Norte cada mañana se recogían los cadáveres al igual que la basura de los andenes. Así mismo la droga circulaba más que los cuadernos y lápices.
Al principio salía a trabajar y los dejaba encerrados en casa cuidándome de hacerles toda clase de recomendaciones. Ellos empezaron a conocer Ciudad Norte, mucho antes que yo, se las ingeniaron para hacer amigos a través de la ventana los cuales les enseñaron que podían escapar por la terraza
Yo también empecé a conocerlo. Por lo menos el barrio en el que vivíamos que tenía fama de ser uno de los más peligrosos del sector.
En ese momento iniciaba también mi trabajo como escritora.
La mujer del camino, eso soy, una mujer que se desplaza por los diferentes senderos que la vida le ofrece, que trata de tomarse de unas manos, de mirarse en el brillo de unos ojos, que camina y deja el aroma de las margaritas aquellas que prestan sus pétalos en una respuesta a un te quiero, y los susurros de olas que arrullan mientras el sol acaricia cada letra aquí tejida. Quiero volver a tener esperanza y motivos para seguir, bríndamelos con tus comentarios, con tu mirada y con la pluma que delinee tus palabras, sentires y anécdotas que se nos pegan a la piel.
Escrito en un día, de un mes del año 2005…
En mi caminar por las calles de Ciudad Norte de Bucaramanga encontré personas maravillosas. Niños que me han sorprendido con sus grandes conocimientos, jóvenes que luchan por superarse, adultos inquietos que buscan llenar los espacios vacíos de su vida con nuevas oportunidades para ellos y para los que conviven a su alrededor, padres de familia interesados en apoyar ese cambio de vida en los que muchos estamos enfrascados.
Llegué a Ciudad Norte con paso lento. Mis hijos estaban entre los 8 y los 16 años, temerosa los miraba y temblaba de pensar en el futuro que ellos podrían tener levantándose en un ambiente lleno de violencia, droga, vandalismo y pandillas. Pensaba así puesto que sólo conocía el Norte por medio de las noticias rojas de los medios de comunicación, imaginaba que en Ciudad Norte cada mañana se recogían los cadáveres al igual que la basura de los andenes. Así mismo la droga circulaba más que los cuadernos y lápices.
Al principio salía a trabajar y los dejaba encerrados en casa cuidándome de hacerles toda clase de recomendaciones. Ellos empezaron a conocer Ciudad Norte, mucho antes que yo, se las ingeniaron para hacer amigos a través de la ventana los cuales les enseñaron que podían escapar por la terraza
Yo también empecé a conocerlo. Por lo menos el barrio en el que vivíamos que tenía fama de ser uno de los más peligrosos del sector.
En ese momento iniciaba también mi trabajo como escritora.
Mis hijos estudiaban, yo seguía con temor cada uno de sus pasos. En las reuniones de la escuela empecé a relacionarme con mis vecinos, amas de casa que intercambiaban recetas y truquitos para mejorar la atención de su hogar y hombres trabajadores preocupados por conseguir el bienestar de su familia, jóvenes estudiantes que juegan y sueñan, personas con las mismas inquietudes de ustedes los que hoy leen esta columna.
En mi diálogo con mis colegas de lucha empecé a sentirme inquieta al darme cuenta que ese feroz tigre llamado Ciudad Norte no era como lo pintaban. Comprobé que todos estábamos inconformes con ese “sello” con el cual había sido marcada nuestra comunidad. Comprobé que todos deseábamos borrar la imagen nefasta que la sociedad nos ha impuesto. Es como tratar de borrar un tatuaje que todos miran con desprecio. En el Norte hay vandalismo como lo hay en cualquier barrio de Bucaramanga.
Levanté mi familia en Ciudad Norte, unos chicos extraordinarios, estudiosos y trabajadores. Mis hijos hoy juegan y comparten sus ratos libres con sus vecinos en un mundo alejado de todo aquello que un día hacía temblar mi corazón de madre. Hace poco mis dos hijos pequeños recibieron su grado de primaria, fue una esplendorosa mañana de cotorreo y alegría junto a 80 padres de familia que aplaudíamos eufóricos los logros de nuestros pequeños.
A los habitantes de Ciudad Norte nos espera ganarnos un puesto en la sociedad del municipio, nos espera un arduo trabajo armarnos del láser que permita borrar ese nefasto tatuaje que un día permitimos que nos marcara. Por eso, en esta mente de escritora nació ese sueño de trabajar a través de la literatura, en ese cambio de imagen para motivar a los ciudadanos del Norte a manifestar por medio del arte sus inquietudes, fantasías, su mundo.
Así de un humilde hogar del Norte, de la mente de una madre, inquieta, el 21 de Agosto del 2005, nació un proyecto cultural llamado EL NORTE MUNDO DE LETRAS.
(Continuará... POR LOS PASILLOS DEL NORTE II)